Correos infraordinarios: Hebe Uhart
A finales de 2017, cuando estábamos planeando los siguientes títulos de nuestra colección Disertaciones, apareció una idea que destacaba sobre todas las demás: editar una antología en honor a Georges Perec: textos que hablen de lo que nadie ve pero que forma nuestra vida cotidiana. «Una especie de documental del presente como testigo para el futuro; lo que mostró Terence Davies en Of Time and the City», había comentado nuestro editor en aquella ocasión. Los textos deberían girar alrededor del ensayo de Perec, «¿Aproximaciones a qué?», que aparece en el libro Lo infraordinario. Lo siguiente era hacer una lista de escritores a los que nos gustaría encomendarles un texto, aquellos a los que de cierta forma veíamos identificados con el texto de Perec. Se pidieron nombres, y yo di el de Hebe Uhart. El primero.
Mi amor por Hebe nació a partir de sus crónicas de viaje. La conocí en Buenos Aires, hace casi dos décadas, a través de sus narraciones y esa mirada tan peculiar de ser y estar en el mundo. Hebe escribe de manera sencilla pero inteligente. A veces con sarcasmo, pero también con humor: cuenta con curiosidad todo lo que ve y oye, y es a través de eso que va explorando su propia historia, la de ella misma, pero también la de la gente y las cosas que le van saliendo al paso: las cosas del campo, los animales, los pueblos olvidados, la quietud, el hastío, la alegría, la soledad. «Me he hecho una fama: naíf, dicen, como si fuera medio tarada. Yo no soy inocente. Pero es como una fama. Es más fácil repetir eso que pensar otras cosas, pero lo que sí tengo es esa veta medio optimista.»
«Alejada de la autoficción se va moviendo hacia lo real, abriéndose al encuentro de otros modos de pensamiento y habla, muchas veces inimaginables», dice Julia Saltzmann en el prólogo del último libro de Hebe, Novelas reunidas, que salió poco antes de la muerte inesperada de la autora. Maestra de escuela y profesora de Filosofía, está en la lista de las más grandes escritoras argentinas del siglo XXI. «Hebe Uhart es la mayor cuentista argentina contemporánea», afirmó Rodolfo Fogwill alguna vez, y el escritor Elvio E. Gandolfo dijo: «Hebe Uhart se ubica entre aquellos escritores donde un “modo de mirar” produce un “modo de decir”, un estilo».
Ese modo de decir las cosas que mira fue el impulso que nos llevó a invitarla a participar en la antología Lo infraordinario, Georges Perec y la búsqueda literaria en lo cotidiano. Le escribimos sin conocernos y esto nos contestó: «Sr Jacobo Zanella: Haré lo posible por mandar un texto referido al que me envió de Perec. Hebe Uhart».
Cuando se acercaba la fecha del cierre de edición volvimos a contactarla. Ella contestó: «Sr Jacobo Zanella: Lamento decirle que por ocupaciones varias no pude escribir el texto, solo hice la mitad y decidí no mandarlo. No suelo hacer eso, reitero las disculpas y agradezco la invitación de todos modos. Hebe Uhart». Y después vino la noticia de su muerte, el 11 de octubre de 2018, un mes después de que nuestro libro llegara a las librerías. A veces me arrepiento de no haber insistido más, de reiterarle nuestro interés en que participara, que escribiera algo. Hubiera sido bonito saber qué pensaba de Perec, qué diría puntualmente sobre lo infraordinario —que está muy presente en toda su obra, en sus crónicas principalmente, y para muestra un botón:
Una vez fui a Santa Rosa, en Uruguay. Pasa una señora y le digo: «Señora ¿me invita a tomar mate a su casa?» «Sí, cómo no.» Y me dice: «Usted tiene que ir al asilo de ancianos.» Y la verdad, diez puntos. Tenían un jardín huerta, unas camitas preciosas. Después, el comisario. Hacía diez años que no había habido un crimen. Suicidios sí. Modalidad, tirarse adentro de un aljibe. Ahora hice una crónica del zoológico. Hace unos ocho años me empezaron a interesar los monos. Fui cinco veces a la jaula de los chimpancés. No fui más porque el elefante está al lado, y se bañaba en barro y me encastraba la cabeza.
Mauricio Sánchez
