La libertad de una imaginación privada
Valeria Tentoni, escritora y poeta argentina, nos comparte las lecturas que permanecen instaladas en su interior, como la poesía de César Vallejo, los libros infantiles de Bruno Munari y un diccionario.
En esta serie de entrevistas alrededor de la lectura, Gris Tormenta desea mostrar a un lector obsesionado con un puñado de libros; una obsesión que invite a otro lector a asomarse a una mente, a una manera ajena de leer, y acercarse a esos títulos que quizá desconozca o no ha leído todavía. ¿Cómo y por qué se desarrollan sentimientos por un libro en particular? ¿Qué provocaciones podemos encontrar en la exposición de esas emociones? ¿Podemos llegar al otro a través de sus lecturas?
¿Cuáles han sido tus lecturas más memorables, los libros que relees o podrías releer?
La lista ha ido variando pero siempre queda Trilce, de César Vallejo, un deslumbramiento. Siempre que lo leo le escucho otras músicas, músicas que se me van haciendo audibles con el paso del tiempo y que se enciman a las anteriores. Y creo que siempre voy a querer volver a leer las cartas de Van Gogh a su hermano, o las cartas de Kafka, o cosas como El libro de la almohada, de Sei Shōnagon, o Vidas breves de idiotas, de Ermanno Cavazzoni. Además, por su estructura, son libros que admiten visitas cortas, intermitencias. Novelas que podría releer son, por ejemplo, El maestro y margarita, de Mijaíl Bulgákov, La trompetilla acústica, de Leonora Carrington, o El bosque de la noche, de Djuna Barnes. Los libros de poesía que me gustan siempre son materia de relectura, por lo general con una sola no me alcanza. Y de todos, definitivamente, los dos libros que más visito son el I Ching y el Hua Hu Ching.
¿Cómo sabes cuando estás frente a un texto inagotable, cómo se convierte en un clásico personal?
Creo que no son siempre los mismos motivos. Supongo que algunos son libros que me revelan algo así como una tonalidad o una frecuencia hasta el momento desconocida para mí, un filtro que queda instalado en mi vida cotidiana, en mi manera de estar entre las personas y las cosas. Y hay libros que me dan la oportunidad de hacerme algunas preguntas y la libertad de responder con más preguntas.
¿Cuál es el último que has descubierto?
No un libro, sino un poema de Robert Duncan, «Childhood’s Retreat». Todavía estoy intentando entender cómo es que hizo eso. Lo busqué después de leer un ensayo de María Negroni alrededor de su obra.
¿Cómo es tu biblioteca, cómo está catalogada?
Mi biblioteca viene conmigo a donde me mude, aunque sea todo un asunto mover esas cajitas infernales. No me sentiría muy bien sin mis libros cerca y no accedo del todo a mezclarla con las de otras personas. Por dar un ejemplo, hace unos años compré una biblioteca de poesía de alguien que ya no quería tener libros en papel en su casa. Compré esas cuatro cajas de libros en ciego, por intermedio de una amiga: jamás hubiese imaginado encontrarme con algunos diamantes que trajo. Así y todo no la junto, siempre tuvo sus propios estantes, sé perfectamente cuáles son los libros de esa colección. Creo que, en el fondo, temo que me la vengan a reclamar algún día (advierto que no cederé), y también pienso que quisiera escribir algo sobre ella. Al resto de los libros los ordeno con un sistema Dewey, adaptado a pequeña biblioteca, digamos. Un sistema de jerarquías que admite nuevos ingresos sin desarmarse. Lo aprendí cuando trabajé en la biblioteca de mi ciudad, que es centenaria y gigantesca. De todos modos no es nada tan sofisticado, es un orden de sentido común. Y muy efectivo: por lo general puedo llegar directo al libro que necesito.
Un libro que te haya gustado mucho y muy pocos han leído.
Los Sorias, de Alberto Laiseca. Es que su extensión es intimidante [más de 1300 páginas]. Lo leí a mis veinte y es cierto que por entonces yo tenía más tiempo.
Un libro raro de tu biblioteca que — sospechas — nadie más en la ciudad tiene.
El Diccionario de ideas afines, de Eduardo Benot, en la edición de Anaconda de 1949. Es mi libro más raro, aunque sin dudas alguien más lo tiene, ¡vivo en Buenos Aires, la ciudad con más librerías por habitante del mundo!
¿Cuál libro te ha hecho reír recientemente?
El gato tuvo la culpa, de Hebe Uhart.
¿Cuáles libros has regalado o podrías regalar muchas veces? ¿Cuál es el mejor libro que te han regalado?
Como regalo, Mi descubrimiento de América, de Maiakovski, La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, o El barón rampante, de Calvino. El mejor libro que me han regalado… quizá fue mi mamá, con La naranja maravillosa, de Silvina Ocampo, o los de María Elena Walsh.
Tu editorial —o colección— favorita.
Por catálogo hay muchas que me encantan, pero como objeto creo que voy con los libros españoles de Impedimenta o la colección de Bruno Munari de Niño Editor.
Tu libro más caro.
No lo sé, supongo que una edición de Cantos, de Ezra Pound, o alguno de los libros de arte, quizás uno de Vasari, de la obra de Alfredo Prior. Y no fui yo quien pagó por ninguno de los dos.
Un libro robado.
Justamente, el Diccionario de ideas afines. Pero no fue un robo, más bien es un libro retenido, y creo que con justicia. Yo no robé nunca ni un caramelo.
Algo que no hayas leído todavía.
A Proust prácticamente no lo leí, no puedo decir que lo haya leído.
Algo que «tenía que gustarte» y no te gustó.
Karl Ove Knausgård. Me aburrió de antemano, desde las reseñas y las fajas. No pude ni comenzar.
Algo que hayas aprendido de un libro recientemente.
Que el cielo en realidad no existe. Que los meteoritos que vemos pasar por lo general no son más grandes que la cabeza de un alfiler.
¿Qué te ha dado la lectura o qué ha hecho posible?
La posibilidad de encontrar mi propio escondite secreto desde donde observar cómo se ensancha el mundo. La libertad de una imaginación privada. Placeres quizá demasiado solitarios.
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Valeria Tentoni (Bahía Blanca, 1985) es escritora y periodista argentina. Entre sus libros publicados están Batalla sonora, Ajuar, Antitierra y Piedras preciosas. Es editora del blog literario de Eterna Cadencia, una librería y editorial bonaerense. También escribió sobre Georges Perec y el lenguaje poético en nuestra antología Lo infraordinario.
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