La rutina y la repetición
Knausgård habla sobre sus rutinas de escritura en una geografía inhóspita.

Antes de escribir su autobiografía, Knausgård vivió una temporada en una casa de la remota costa noruega. Encerrado, en soledad, con las tormentas marítimas y la oscuridad invernal rodeándolo todo, se imponía intensas rutinas de escritura. Su descripción revela cómo escribir se parece tanto a leer:
Me levantaba por la tarde, escribía por la noche, me acostaba por la mañana, lleno de añoranza de la noche, en que podría volver a escribir. De vez en cuando bajaba en bicicleta al pequeño centro del pueblo a comprar discos o libros, pero incluso esos breves ratos los sentía como un gran sacrificio, algo que en realidad no me podía permitir. Lo que descubrí durante esos meses fue el gran poder de la rutina y la repetición. Hacía exactamente lo mismo cada día y así no necesitaba dedicarle esfuerzos, sino ahorrarlos para la propia escritura, que también recogía fuerzas de la misma fuente, porque lo que en un día eran tres páginas, en cien días eran trescientas, y en un año más de mil. Pero las rutinas tenían una función más: me protegían de ver desde fuera lo que escribía. Las rutinas me hacían encontrarme dentro de lo mismo día tras día. Si me salía del sistema, es decir, si iba a ver a alguien o me tomaba una cerveza por ahí, todo se descolocaba, perdía el ritmo, descubría tanto las rutinas como lo que yo escribía dentro de ellas, que era ridículo y malo.
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Extracto de Mi lucha 5. Bailando en la oscuridad (2010), de Karl Ove Knausgård. Anagrama, Barcelona, 2017.
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