Las ventanas de lo infraordinario: reflexiones de Gabriela Ybarra

Gris Tormenta
4 min readJan 9, 2020

Gabriela Ybarra, escritora española, conversó con los editores de Gris Tormenta sobre sus impresiones de Lo infraordinario. Aquí reproducimos un fragmento de esa conversación, que sucedió en la librería madrileña Tipos Infames en septiembre 2019.

Mi primer encuentro con Perec fue de niña, porque mi padre tenía todos sus libros en casa. Lo primero que recuerdo de él es su foto en la solapa. Me llamó mucho la atención su estética, su aspecto, y pensé: qué tendrá que contar este señor. Perec fue un autor que me ayudó a desmitificar que la literatura seria es aburrida. Creo que fue de los primeros escritores serios que leí, y fue por su aspecto, porque pensé: este señor no puede escribir nada aburrido. Entonces leí varios de sus libros. Era un poco joven, no sé si pude entender hasta el fondo todo lo que contaba, pero me interesaron y resultaron curiosos; sus libros me animaron a pensar. Creo que el primero que leí fue Un hombre que duerme y, luego, Las cosas. Esta mañana estaba leyendo de nuevo Especies de espacios. Me gusta que el lector hace un papel muy activo en la literatura de Perec y completa el texto con su propia experiencia.

La antología de Lo infraordinario tiene algo fantástico: precisamente por la invitación tan específica que hace Perec en su ensayo «¿Aproximaciones a qué?» —del que surge este libro— a temas tan concretos y tan pequeños, uno tiene la sensación de estar accediendo a parcelas de intimidad muy privadas de los autores antologados. Es curioso que en su ensayo Perec no está contando nada sobre él, pero, si tú respondes a todas las preguntas que él plantea, cuentas muchísimo sobre ti. De este ejercicio surgen pequeñas ventanas de intimidad muy curiosas. Me recordó a un festival al que me invitaron y que tenía un sistema de funcionamiento muy extraño: metieron a cada escritor en un cuarto con la luz apagada y una lámpara flexo para leer durante cinco minutos un texto que habíamos escrito. Éramos como veinte escritores de nacionalidades diferentes. Cada vez que entrabas en una de esas salas uno tenía la sensación de estar entrando en un universo diferente. Esta antología me ha recordado a ese ejercicio, porque aquí estás entrando en un catálogo de intimidades, pero sin ser impúdicas.

El correo electrónico que recibí de Gris Tormenta para participar en Lo infraordinario era muy claro, marcaban un camino a seguir: tenías que ser específico, elegir una de las preguntas que Perec planteaba en su ensayo y responderla de manera muy directa. A mí esto me resultó divertido. Fue emocionante entrar en este juego perequiano de ponerse muchas normas. Además, cuando recibí la propuesta, yo tenía un bebé muy pequeño. Fue de los primeros textos que escribí después de tener a mi hijo. Cuando tienes un bebé, el mundo que habitas es el de lo infraordinario. Las noticias te pasan por encima, te da todo igual, todo se concentra en un espacio muy pequeño. La propuesta llegó en ese momento vital: mi universo era mi hijo y mi cuerpo, no había nada más allá de él y yo. De repente éramos uno. Empecé a ver mi cuerpo como un lugar. Siempre había sido mi cuerpo, no un sitio en el que uno se sentaba, en el que uno comía, en el que uno vivía. Mi cuerpo era eso, un cuerpo que se mueve y que sirve como medio para hacer otras cosas, no un sitio. Fui muy consciente de mi nueva situación: mi universo empezaba y terminaba ahí. También pensaba que me daba pena que Perec, con lo curioso que era, no hubiera tenido un hijo, porque con un niño pequeño vives lo infraordinario: el suelo, el asombro.

Como lectora, el libro me sorprendió porque normalmente las antologías suelen ser de textos dispares —textos interesantes y otros menos—, pero cuando lees Lo infraordinario, encuentras un libro muy unitario. Me parece muy bonito que, al hablar de lo infraordinario, los autores hablan con mucha modestia, nadie se da grandes aires, se muestran como son y puedes ver bien cómo dan su mirada. Los temas que se tratan en la literatura son bastante finitos; se habla del amor y la muerte, por ejemplo. Realmente lo único que puede dar textura a esos temas son las cosas pequeñas, lo infraordinario, es decir, en dónde pone el foco cada autor.

Ahora se ven muchas cosas de la vida ordinaria en redes sociales, pero son banales. No sé hasta qué punto todo eso es una fachada. En cambio, en este libro, tengo la sensación de estar tocando algo más profundo de las personas, de los autores, que cuando veo publicaciones en redes sociales.

Gabriela Ybarra (Bilbao, 1983). El comensal es su primera novela y con ella recibió el Premio Euskadi de Literatura en 2016. En esta historia cuenta la relación de su vida personal con la violencia de ETA. También fue nominada a The Man Booker International Prize 2018 con la traducción al inglés de Natasha Wimmer.

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Gris Tormenta es un taller editorial que imagina, edita y publica libros que reflexionan sobre la cultura y el pensamiento contemporáneo.