Mi idea del paraíso

Extracto de «Leer», ensayo con el que inicia la antología La mano del teñidor (1962), de W. H. Auden. Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 1999.
Mientras alguien escriba poesía o ficción, su idea del Paraíso es asunto suyo; pero cuando empieza a escribir crítica literaria, la honestidad exige que se revele ante sus lectores, para que ellos puedan a su vez opinar sobre sus opiniones. Para ser coherente, debo ahora dar mis propias respuestas a un cuestionario que elaboré alguna vez y que proporciona el tipo de información que me gustaría tener cuando leo a otros críticos.
PARAÍSO
Paisaje: mesetas de piedra caliza, como los Apeninos, más una pequeña región de rocas ígneas con al menos un volcán extinto. Una costa vertiginosa y escarpada.
Clima: británico.
Origen étnico de los habitantes: muy variado, como en los Estados Unidos, pero con una leve predominancia nórdica.
Lenguaje: de orígenes mixtos, como el inglés, pero con muchas infecciones.
Pesos y medidas: irregulares y complicadas. Ausencia de sistemas decimales.
Religión: católica, apostólica y romana, con un tranquilo estilo mediterráneo. Copia de santos locales.
Dimensiones de la capital: el ideal de Platón, unas 5004 personas.
Forma de gobierno: monarquía absoluta, elegida de por vida por la mayoría.
Fuentes de energía natural: viento, agua, carbón de turba, hulla. Nada de petróleo.
Actividades económicas: minas de plomo y de carbón, plantas químicas, fábricas de papel, crianza de ovejas, agricultura mecanizada, horticultura de invernadero.
Medios de transporte: caballos y vehículos tirados por caballos, barcas de canal, globos. Ni automóviles ni aviones.
Arquitectura: estatal: barroca. Eclesiástica: románica o bizantina. Doméstica: siglo XVIII inglés o estilo colonial norteamericano.
Muebles y utensilios del hogar: victorianos, con excepción de las cocinas y los baños, que deben contar con las comodidades más modernas que existan.
Ropa formal: la indumentaria parisina de 1830 hasta la década de 1840.
Fuentes de información pública: el chisme. Publicaciones técnicas y especializadas, pero no periódicos.
Monumentos: únicamente en memoria de cocineros famosos.
Diversiones públicas: procesiones religiosas, bandas militares, ópera, ballet clásico. Ni cine, ni radio, ni televisión.
Si intentara anotar los nombres de todos los poetas y novelistas a cuyas obras agradezco el haber enriquecido mi lectura, y a través de ella mi vida, la lista ocuparía varias páginas. Pero cuando intento pensar en los críticos con los que estoy realmente en deuda, anoto treinta y cuatro nombres.
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El deber de un crítico es informar al público sobre una obra, no al autor sobre lo que pudo o debió haber escrito. Sin embargo, es el único tipo de crítica con la que cuenta el autor. Los que podrían ayudarlo, por lo general se encuentran, igual que él, demasiado distantes, demasiado ocupados, demasiado cansados, o son demasiado egoístas.
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Los extractos que compartimos tienen como única finalidad la divulgación literaria y artística. Los derechos reservados sobre estas obras corresponden a su autor o titular.
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