Nostalgia de la lectura durante la lectura
La poeta Xitlalitl Rodríguez Mendoza rememora sus libros-oráculo, aquellos que de tanto acompañarla se convierten en hogar.

En esta serie de entrevistas alrededor de la lectura, Gris Tormenta desea mostrar a un lector obsesionado con un puñado de libros; una obsesión que invite a otro lector a asomarse a una mente, a una manera ajena de leer, y acercarse a esos títulos que quizá desconozca o no ha leído todavía. ¿Cómo y por qué se desarrollan sentimientos por un libro en particular? ¿Qué provocaciones podemos encontrar en la exposición de esas emociones? ¿Podemos llegar al otro a través de sus lecturas?
¿Cuáles han sido tus lecturas más memorables, los libros que relees o podrías releer?
Moby Dick, de Melville; Los hermanos Tanner, de Robert Walser; cualquier traducción al español de cualquier libro, poema o quimera de Charles Simic; aunque creo nunca haberlo leído completo, siempre ando picoteando Erdera, de Gerardo Deniz; Atravesando Olvido (1947–2002), de Antonio Gamoneda; y siempre estoy mascullando variaciones con Poesía no eres tú, de Rosario Castellanos —en la escuela me sabía de memoria «La lamentación de Dido»; ahora recuerdo cachos, pero no sé si sería capaz de recitarlo de corrido. Colecciono traducciones de Bonjour Tristesse, de Françoise Sagan. Apegos feroces, de Vivian Gornick, es un clásico reciente. Me faltan mujeres. Siempre faltará alguien. No creo en las listas. A pesar de eso, otro de mis libros-oráculo es El libro de la almohada, de Sei Shōnagon.
¿Cómo sabes cuando estás frente a un texto inagotable, cómo se convierte en un clásico personal?
Cuando me da nostalgia su lectura durante la lectura y entonces quiero regresar a él aún cuando no lo he terminado.
¿Cuál es el último libro que has descubierto?
El libro de poemas Citizen Illegal, de José Olivarez.
¿Cómo lees?
Como cucaracha: hecha bolita en un rincón aunque haya mucho espacio. Pero luego me acomodo bien a gusto y me da sueño. Soy una pésima lectora: lenta, perezosa, olvido incluso lo que más me gusta. Para mí, toda relectura es como leer todo por primera vez, salvo algunos detalles que a fuerzas saltan a la memoria. En general, soy distraída, inquieta, desordenada, por eso me gusta leer poemas o relatos autobiográficos: puedo regresar a ellos sin vergüenza. La narrativa y el ensayo me cuestan más trabajo.
¿Cómo es tu biblioteca, cómo está catalogada?
Tengo mi biblioteca revuelta con la de Ata, y como una de mis neurosis es deshacerme de cosas, regalé muchos de los libros que teníamos repetidos. Nomás dejé copia de la pentalogía de Thomas Bernhard y alguno más. Solo tenemos ordenada, en dos libreros de nuestra habitación, una sección de libros de amigos y favoritos. El resto de los libreros repartidos en el pasillo de la casa tienen lo suyito, cómo no, pero ya hay de todo. Ah, bueno, y tengo otra pequeña sección de libros y fotocopias para esa comedia de terror llamada «la tesis».
Un libro que te haya gustado mucho y muy pocos han leído.
Creo que ninguno. Como ya se dieron cuenta, soy bastante ordinaria. Pero tal vez alguno de Felipe Polleri, como Gran ensayo sobre Baudelaire.
Un libro raro de tu biblioteca que — sospechas — nadie más en la ciudad tiene.
Nah, ninguno. Todos mis libros más raros me los ha pasado Sergio Ernesto Ríos. Creo que él sí podría dar respuestas bien locotronas.
¿Cuáles libros has regalado o podrías regalar muchas veces?
No sé cuál de los dos he regalado más veces, pero la competencia va entre Donde viven los monstruos (tanto el libro como la película) y Apegos feroces.
Tu editorial — o colección — favorita.
Por su catálogo de traducciones: Acantilado y Siruela. De Impedimenta me encantan sus portadas y su tipografía —y, claro, también tiene un catálogo increíble (perdón por el mainstream pero ahora no puedo pensar en otras). En México, sin duda están Impronta, Antílope, Ámbar Cooperativa editorial y Gris Tormenta, desde luego. Las colecciones en gran formato de Mantis y la colección Los Soberanos (de tres editoriales tapatías). Me gustan los libros cosy.
Tu libro más caro.
Tal vez El libro de las preguntas, de Edmond Jabès. Tal vez lo adquirí en otro momento de mi vida económica y por eso me parecía absolutamente impagable. Acabo de comprar la edición facsimilar de la revista Bandera de Provincias. Por esa sí di 800 volovanes. Para la escuela estuve a punto de encargar La République mondiale des Lettres, de Pascale Cassanova, que con todo y el envío me iba a salir como en dos mil bolas, pero lo hallé en línea. Ahora ya compro muy pocos libros. Sobre todo de editoriales independientes. Muchas traducciones.
Un libro robado.
El libro de las preguntas, de Edmond Jabès. Je, je.
Algo que no hayas leído todavía.
Todo. No he terminado el Quijote, ni Emma, ni La broma infinita, ni En busca del tiempo perdido, ni Crimen y castigo, ni la serie de Mr. Ripley. Como dicen que decía Alí Chumacero: tengo tantos libros que hasta he leído algunos.
¿Qué te ha dado la lectura o qué ha hecho posible?
Me ha enseñado a no sentirme sola. Me ha permitido regresar constantemente a un lugar que solo encuentro cuando leo y, por fin, dejo de moverme y de trajinar por mis ansiedades y fantasmas para entregarme a una historia y a un paisaje que son tan ajenos como familiares. La lectura me regresa al hogar.
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Xitlalitl Rodríguez Mendoza (Guadalajara, 1982) es poeta. Ha escrito libros como Datsun, Catnip y Jaws [Tiburón] (Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2015). También es una de las voces que pariticiparon en la antología Nuevas instrucciones para vivir en México de Gris Tormenta.
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